JURAMENTO DE LA JUVENTUD BICENTENARIA ANTE LA ESPADA DE BOLIVAR

SIMON BOLIVAR - EL VERDADERO ROSTRO DE LA LIBERTAD

Solo un hombre, poseido por el dios de colombia como el mismo llego a decir en su delirio por el chimborazo, elegido por dios y guiado por su flamante y roja espada liberadora que aun rompe las cadenas opresoras que todavia, se puede decir que afligen a nuestros pueblos de la gran patria Latinoamericana.

Bolivar, todos conocemos la definicion de este ejemplar ser humano, bien sea por la rancia teoria de los libros de historia de otras republicas que no vale la pena mencionar o por la magnanima y sublime version de la Republica Bolivariana; sea como sea, es mas que seguro que nuestro libertador es y seguira siendo la combinacion perfecta; descendiente español, sangre africana por sus venas, nacido en Venezuela y libertador de los 5 paises que copan el norte de suramerica, ¿que mas podemos pedir?, simplemente una combinacion que extrae lo mejor de cada raza y cultura que llevo en sus hombros las esperanzas y anhelos de millones de personas.

¿Como era el libertador?.


Era un hombre de nariz ancha; más ancha de lo que muestran los retratos del siglo XIX. Tenía una generosa cabellera, labios delgados y ojos oscuros. Así era el Libertador Simón Bolívar, de acuerdo con la reconstrucción de su rostro en 3D presentada ayer por el mandatario Hugo Chávez en transmisión conjunta de radio y televisión desde el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores.

"Tenía rasgos negroides, afrodescendientes", indicó. "Era mestizo", resumió el Jefe del Estado, durante el conversatorio efectuado con motivo de los 229 años del Natalicio del Libertador. El Comandante expresó que las burguesías, sus intelectuales y sus pintores "se prestaron para transformar a muchos de nuestros héroes"; en otras palabras, para "blanquearlos". La nariz era la de una persona mestiza, corroboró Lourdes Pérez, antropóloga forense que participó en la investigación. Posteriormente el Presidente hizo otros comentarios sobre el Padre de la Patria: le gustaban mucho las mujeres, era un hombre robusto, a quien le quedaron en el cuerpo las huellas de las jornadas interminables a caballo, tendría la costumbre de usar un palillo entre los dientes. "A partir de hoy tu rostro verdadero" brillará mucho más, garantizó el líder.

TOMOGRAFÍA AXIAL A 10 minutos para el mediodía de ayer, acompañado por el equipo de investigadores que participó en los estudios de los restos del Padre de la Patria, el Presidente a un lado, y el ministro Tareck El Aissami por el otro quitaron el Tricolor Nacional que cubría el cuadro con la imagen del prócer. Y surgió el Bolívar que la ciencia reconstruyó. De entrada, Lourdes Pérez explicó que la reconstrucción se concretó "gracias a la voluntad de un Gobierno profundamente bolivariano", y dijo estar agradecida "por haber rescatado la memoria del gigante de América, del personaje más trascendental de la historia". Pérez detalló que, luego de la exhumación, se hizo un análisis antropológico del rostro del Libertador, con la descripción detallada de cada uno de los segmentos del cráneo. La base fundamental de la reconstrucción fue una tomografía axial computarizada, realizada por Maribel Yoris, la única imagenóloga forense del país, resaltó.

Pérez enfatizó que el resultado mostrado ayer es producto de la combinación de varias disciplinas. Los estudios permitieron constatar que el rostro del Libertador "coincide con las iconografías que hemos tenido hasta ahora" de la cara del prócer, consideró la científica. JAUA: LE TIENEN MIEDO A BOLÍVAR El acto comenzó con la presentación del vicepresidente Elías Jaua, quien se echó sobre sus hombros −por instrucciones del Mandatario Nacional− la investigación sobre el Libertador, que suma más de dos años de esfuerzos. Jaua recordó que la exhumación se llevó a cabo el 15 de julio de 2010, y que todo el proceso fue registrado por VIVE TV en un documental. El funcionario rememoró los primeros resultados, divulgados el año pasado: los estudios ratificaron que los restos albergados en el Panteón eran los del Libertador, y reconoció el trabajo hecho por el doctor José María Vargas en 1842, para preservar al prócer. El Vicepresidente resaltó el profesionalismo y la pasión de quienes trabajaron en este proyecto, y reivindicó "la audacia y la valentía política del presidente Chávez" por ordenar una investigación a la que se oponen los historiadores burgueses, quienes "siguen teniéndole miedo a Bolívar". "Bolívar vive y combate con nosotros", concluyó el Vicepresidente.
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ANIVERSARIO 229 DEL NATALICIO DE SIMON BOLIVAR

Cuando la Independencia de América comenzaba a pensarse con otros nombres y a iniciar su recorrido autónomo, nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Venezuela era entonces una Capitanía General del Reino de España, en cuya población se respiraban resquemores por las diferencias de derechos existentes entre la oligarquía española dueña del poder, la clase mantuana o criolla, terratenientes en su mayoría, y los estratos bajos de pardos y esclavos.

Los mantuanos, a pesar de los privilegios que tenían, habían desarrollado un sentimiento particular del "ser americano", que los invitaba a la rebeldía: "Estábamos (explicaría Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones".

Ésta era, por lo demás, la clase a la cual pertenecían Juan Vicente Bolívar y Ponte, y María de la Concepción Palacios y Blanco, padres del niño Simón. Era el menor de cuatro hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una gran fortuna. Bolívar quedó huérfano, definitivamente, a los nueve años de edad, pasando al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de sus tío Carlos Palacios; ellos velarían por la educación del muchacho, mientras la negra Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría ejerciendo sus funciones de cuidado.

Simón Bolívar


Entre los valles de Aragua y la ciudad de Caracas discurrió la infancia y parte de la adolescencia del joven Simón. Combinaba sus estudios en la escuela de primeras letras de la ciudad con visitas a la hacienda de la familia. Más tarde, a los quince años de edad, los territorios aragüeños cobrarían un nuevo significado en su vida cuando, por la mediación que realizara su tío Esteban, "ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor del Reino" ante el rey Carlos IV, fuera nombrado "subteniente de Milicias de Infantería de Blancos de los Valles de Aragua".

Mientras esto sucedía, tuvo la suerte de formarse con los mejores maestros y pensadores de la ciudad; figuraban entre ellos Andrés Bello, Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue este último, sin embargo, quien logró calmar por instantes el ímpetu nervioso y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden de la Real Audiencia; lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni esto ni aquello de la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho, y sus tíos decidieron enviarlo a España a continuar su formación.

La estancia en Europa

Corría el año 1799 cuando Bolívar desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a pesar de seguir sus estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los salones de lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del reino desde los jardines de Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños delirantes en su lecho de muerte. Vestía de soldado en esos tiempos en los cuales España comenzaba a hablar de Napoleón, y así visitaba al marqués de Ustáriz, hombre culto con quien compartía largas tardes de conversación.

En una de ellas conoció a María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26 de mayo de 1802 en la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras Bernardo Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso, Bolívar los sigue hasta Bilbao y aprovecha para viajar a Francia: Bayona, Burdeos y París. Inmediatamente después de la boda se trasladan a Caracas y, a pesar de los resquemores que canalizaban los criollos a través de sus conspiraciones, Bolívar permanece junto a su esposa llevando una vida tranquila. Esto apenas duraría, sin embargo, pues María Teresa murió pocos días después de haberse contagiado de fiebre amarilla, en enero de 1803. Bolívar, desilusionado, decide alejarse y marcha nuevamente a Europa.

Los acontecimientos en Venezuela comenzaban a tomar aires de revuelta mientras el caraqueño Francisco de Miranda, desde Estados Unidos y las Antillas, preparaba una invasión que dibujaba la noción de Independencia. Ajeno a todo aquello, Bolívar se reúne con su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804. Napoleón no tardaría en declararse emperador de Francia. Este último había organizado una clase aristócrata, hallada entre la burguesía, que se reunía en los grandes salones a los cuales asistía Bolívar en compañía de Fernando Toro y Fanny du Villars.

El todavía joven Bolívar, especie de dandy americano, se contagia poco a poco de las ideas liberales y la literatura que inspiraron la Revolución Francesa. Era un gran lector y un interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad. En esos tiempos conoció a Alexander von Humboldt, expedicionario y gran conocedor del territorio americano, quien le habla de la madurez de las colonias para la independencia; "lo que no veo (diría Humboldt) es el hombre que pueda realizarla".

Simón Rodríguez se hallaba en Viena; Bolívar, al enterarse, corrió en su búsqueda. Posteriormente el maestro se trasladó a París, y en compañía de Fernando Toro emprendieron un viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los Alpes caminando hasta Milán, donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la coronación de Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Perusa y Roma. En esta última ciudad se produjo el llamado Juramento del Monte Sacro, en el cual, en presencia de Rodríguez y Fernando Toro, Bolívar juró "romper con las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".

Evidentemente, esta circunstancia no nace en Bolívar ni se produce de forma repentina. El fervor del momento y sus conversaciones con importantes intelectuales de la talla, precisamente, de su maestro, le hacen comprender la situación de América respecto a España. Bolívar se entera de las fallidas expediciones libertadoras de Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, y decide emprender viaje de regreso.

La gestación de un ideal


Bolívar regresó a Caracas a mediados de 1807, tras una corta estancia en Estados Unidos, para retornar a su antigua vida de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y fincas, le esperaba con un cerco en sus tierras; tal asunto debía resolverse cuanto antes. Las incursiones de Miranda habían incorporado entre algunos caraqueños el concepto de la emancipación; sin embargo, la gran mayoría de los criollos se conformaba con rebelarse pasivamente violando las normas que se dictaban desde España.

Bolívar ya se había incorporado a las actividades de la conspiración (en 1808 ya conspiraba) cuando estalló la revuelta el 19 de abril de 1810. Las noticias del reino anunciaban la invasión de España por parte de las tropas de Napoleón y el secuestro del rey y su hijo Fernando. La situación era propicia para que el conde de Tovar presentara al gobierno un proyecto para crear una junta de gobierno adscrita a la Audiencia de Sevilla. Los criollos demandaban participación política. En un comienzo, las autoridades se mostraron reacias al proyecto, pero, posteriormente, ante el vacío de poder que se había creado, decidieron pactar con los conspiradores. Bolívar, enterado de la situación, abrió las puertas de "la cuadra de Bolívar" para incorporarse en las reuniones. Se negó categóricamente a participar en el proyecto de la coalición; para él, debía clamarse por la emancipación absoluta.

En las vísperas del jueves santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados de la nueva regencia de Cádiz, órgano que actuaría en sustitución de Fernando VII para formar nuevo gobierno. El capitán general se les unió y al día siguiente los criollos le sitiaron y le obligaron a dirigirse al cabildo. La mitología venezolana recoge de esta fecha el instante en el cual Vicente de Emparan, capitán general, se asoma en el balcón del cabildo de Caracas para interrogar al pueblo enardecido acerca de la voluntad del mismo a continuar aceptando su mando, con el clérigo José Cortés de Madariaga detrás de él haciendo señas con su dedo al pueblo para que lo negasen. Tras un rotundo "¡No!" por parte de la población, Emparan dice: "Pues yo tampoco quiero mando". Estalló la famosa revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al proceso de Independencia de Venezuela. Se creó una Junta Suprema de Venezuela. Bolívar fue nombrado por ésta "Coronel de Infantería". Le fue asignada la tarea de viajar a Londres, en compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca de apoyo para el proyecto del nuevo gobierno.

En Londres fueron recibidos por el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, quien después de varias entrevistas terminó por mantenerse neutro frente a la situación. Bolívar, a pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta coyuntura el último empujón que le faltaba para decidirse a entregar su alma y su vida por la idea de la emancipación absoluta de toda la América. La pieza clave de esta circunstancia la halló en la figura de Francisco de Miranda, ideólogo y visionario de la Independencia de América, quien ya había ideado, entre otras cosas, un proyecto para la construcción de una gran nación llamada "Colombia". Bolívar se empapó de las ideas de este hombre y las reformuló a lo largo de una campaña que duraría veinte años.

Bolívar regresó a Caracas convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría en seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo tiempo que pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar, convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se iniciaba, lo introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía (creada en agosto de 1810). Ganados ambos a la idea de proclamar una Independencia absoluta para Venezuela, instaron a los miembros de la Sociedad a pronunciarse a favor de ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de 1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable: "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana. Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados de Venezuela.

La primera República se perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre los criollos, de los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en Coro, Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente, Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues la empresa en cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia del carácter clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello a lo largo de todas sus proclamas políticas. En esta oportunidad, sin embargo, le tocó defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de su excelente labor política y militar en defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del otro bando eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los terremotos ocurridos en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación del generalísimo Francisco de Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción llenó de ira a Bolívar, quien, al enterarse de los planes de Miranda de abandonar el territorio, participó en su arresto en el puerto de La Guaira: "Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un traidor".

La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su intención, arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista de la República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas": con estas palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena, carta de presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el cual hace un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región. Los vecinos lo acogieron otorgándole el rango de Capitán de Barrancas.

Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo procedimiento emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la Campaña Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los territorios del occidente del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo de Santiago Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. ¡Vuelve la República! A su paso por Mérida le llamaban "el Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la municipalidad de Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.

La guerra de liberación

Estaba claro que la naturaleza de la guerra era cambiante, lo cual no tardaría en demostrarse nuevamente. La astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a través del Decreto de guerra a muerte de 1813 ("Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes. [...] Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables"), no fue suficiente para mitigar las diferencias existentes entre los ejércitos de pardos y negros frente a la gesta emancipadora. La furia de los ejércitos llaneros, al mando del asturiano José Tomás Boves, obligó al éxodo de Caracas en julio de 1814. La República cae nuevamente.

Había que repensar la situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la Nueva Granada es nombrado general de división, y tras lograr la adhesión de Cundinamarca, capitán general de la confederación de la Nueva Granada, marcha hacia Jamaica en mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa correspondencia con personalidades de todo el mundo, la intención de la guerra que se estaba librando en el territorio de la América meridional. Hasta entonces, el mundo sólo conocía la versión de los realistas.

De estos documentos divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica. En ella reproduce el panorama de todas las luchas que se llevaban simultáneamente en América, especula acerca del futuro del territorio, y adelanta la idea de la unión colombiana. Y es que la escritura fue un capítulo importante en la vida de Bolívar. El poder que ejercía su pluma, puede decirse, le garantizó gran parte de sus triunfos. Revolucionó el estilo de la prosa haciendo de su letra el reflejo vivo de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus amanuenses y secretarios convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la imprenta sin un soplo de corrección". Desde el despacho de Jamaica preparaba la nueva estrategia para Venezuela.

La reconquista de Venezuela tardaría seis años en conseguirse. Las expediciones se iniciaron en Margarita, continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia Guayana, habilitaron la navegación del Orinoco en marcha hacia los llanos y, después, por el Ande hasta Boyacá y Bogotá, y desde el occidente hasta Valencia, para sellar la independencia definitiva en Carabobo, el 24 de junio de 1821.

La batalla de Carabobo


Fueron los tiempos de Pablo Morillo, enviado del ya liberado Fernando VII. Vencerlo fue tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión: proclamó la libertad de los esclavos, ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo la lealtad de los ejércitos llaneros, al mando de José Antonio Páez, vitales en la liberación de esta contienda junto a un contingente importante de soldados y generales europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al Libertador. Simultáneamente, Bolívar se encargó de la reconstrucción política de la región: convocó un Congreso en Angostura en febrero de 1819, donde pronunció un célebre discurso en el cual instó a los representantes a proclamar una constitución centralista y la creación de la Gran Colombia.

El sur se encontraba en la mira de Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación y adhesión de Quito y Guayaquil resultaba fundamental para mantener la hegemonía de Colombia en el continente. Ello fue logrado, desde el punto de vista militar, en la batalla de Pichincha, y desde el punto de vista político, por las negociaciones adelantadas por Sucre y Bolívar en la región. La jornada de Independencia, sin embargo, terminaría en Perú con las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824.

El valor estratégico que tenía la liberación y conquista de este territorio por parte del ejército Libertador era promover la salida definitiva de los españoles del territorio americano. Pero, además, se trataba del triunfo de la ideología bolivariana republicana sobre la propuesta de construir una monarquía en los territorios del sur, defendida por la oligarquía peruana y secundada aparentemente por José de San Martín, "Libertador del Sur" y "Protector" de aquellas tierras. Ambos libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron, pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un pacto en el cual San Martín cede. Bolívar anhelaba para el Alto Perú su reivindicación definitiva como tierra incaica frente a la devastadora clase dominante limeña. En ese territorio, después de la batalla de Ayacucho se construye una nación con el nombre de Bolívar (Bolivia). Sucre queda al mando y Bolívar regresa a rendir cuentas al Congreso colombiano; corría el año 1826.

Los meses que precedieron la muerte del Libertador en Santa Marta, en 1830, le significaron a Bolívar la evocación de la memoria de su amarga derrota política. La trayectoria desde lo alto de la cima del Chimborazo cuando Bolívar deliraba y se confundía con el "Dios de Colombia" hasta su renuncia a la presidencia de Colombia en abril de 1830, significó para Bolívar la lucha por la verdadera construcción de las naciones. Abogó en todo momento por la edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar aquello que en virtud de la heterogeneidad racial, cultural y geográfica no resistía la perfección de una federación.

Todo fue inútil. Las pugnas caudillistas y nacionalistas vencieron y procedieron a la separación de Venezuela y Ecuador de la Gran Colombia. Recordaba a Manuelita Sáenz, su último amor y la "Libertadora" de su vida en el atentado del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá; también evocaba otros amores y otros atentados. Lloraba la muerte de Sucre, recordaba y deliraba, y así murió, solo y defenestrado de los territorios que había libertado, por causa de una hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830. En 1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de Bolívar, según su último deseo. Desde entonces, su legado ha devenido mito y veneración como "fundador de la patria".
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5 DE JULIO DE 1811 - EL PRIMER GRAN PASO A LA LIBERACION

Un dia como hoy pero en 1811, la patria hermosa de Bolivar logra la independencia abriendose paso con la primera republica, dando inicio a una vida republicana y a la guerra con España para lograr la liberacion de los pueblos Americanos.

En el Acta se lee: «Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias unidas son, y de hecho y de deben ser desde hoy, de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes ...»

El Acta, elaborada por Juan Germán Roscio y Francisco Isnardi, fue aprobada el día 7 por todos los diputados, con la sola excepción del padre Manuel Vicente Maya, diputado por La Grita. Poco a poco la fueron firmando los representantes, hasta que el 18 de agosto estamparon las últimas firmas.

Es por esto que al referirse a la efeméride del 5 de julio no debe decirse «día de la firma del Acta de Independencia», porque no es verdad. Lo correcto es: 5 DE JULIO. DECLARACION DE LA INDEPENDENCIA.

LA DECLARACION DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA Y SU ACTA

EXPOSICION Y ANALISIS DE LOS HECHOS

1. La votación del Congreso Constituyente se terminó hacia las 2:30 p.m., del 5 de julio de 1811. De inmediato, el Presidente del Congreso, Diputado Juan Antonio Rodríguez, anunció "declarada solemnemente la Independencia absoluta de Venezuela". Este es, a mi juicio, el acto fundamental y esencial de todo el proceso. La Independencia ha sido declarada por el Poder Legislativo, representante de la Soberanía Popular.

2. Apenas hubo pronunciado Rodríguez Domínguez las palabras antes citadas, su anuncio "fue seguido de vivas y aclamaciones del pueblo, espectador tranquilo y respetuoso de esta augusta y memorable controversia" De inmediato, se formó una manifestación popular, encabezada entre otros por el General Miranda y el Letrado Francisco Espejo, la cual recorrió calles y plazas y entró al Palacio Arzobispal, dando vivas a la Independencia. Fue el apoyo del pueblo al acto legislativo. Esto ocurrió en las primeras horas de la tarde.

3. Ese mismo día, el Congreso celebró una sesión vespertina, en la cual, entre otras cosas, se acordó "formar un proyecto que abrazase todas las causas y poderosos motivos que nos habían obligado a declarar nuestra Independencia para que, sometido a la inspección del Congreso, sirviese de competente acta y pasara al Poder Ejecutivo a fin de que la publicase e hiciese circular en la forma ordinaria". La redacción de este documento, conocido en la Historia de Venezuela como Acta de la Independencia, fue encomendada ese mismo día al Diputado Juan Germán Roscio y al Secretario del Congreso, Francisco Isnardi. Debe tenerse en cuenta que el Acta de la Independencia, documento solemne que es a la vez un manifiesto público y un acta, es un documento distinto del acta de la sesión matutina del 5 de julio de 1811, donde se votó y declaró la Independencia.

4. El Poder Ejecutivo constituido por un Triunvirato - Cristóbal de Mendoza, Juan de Escalona y Baltasar Padrón - cuya presidencia ejercía por turno cada uno de ellos, lanza el 5 de julio una "Proclama a los habitantes de Caracas" en la cual expresa que "el supremo Congreso de Venezuela ha acordado en este día la INDEPENDENCIA ABSOLUTA". Este documento, que firman junto con Mendoza, Presidente en turno, los otros dos Triunviros, constituye la ratificación, por parte del Ejecutivo, de la decisión tomada por el Legislativo. No es todavía la ceremonia solemne de la publicación, pero demuestra que el Poder Ejecutivo marcha acorde con el Congreso.

5. El 6 de julio de 1811, el Poder Ejecutivo dirigió una comunicación (firmada por Juan de Escalona como Presidente en turno) a Jorge Tadeo Lozano, Presidente del Estado de Cundinamarca, cuya capital era Bogotá. Ahí se habla de la "Independencia que goza ya Venezuela, dispuesta a sacrificarse y a sepultarse con ella" como un hecho consumado e irreversible. Al finalizar, se dice: "Tendrá en la primera ocasión este Supremo Poder Ejecutivo la satisfacción de incluir a V.E. el manifiesto con que Venezuela debe justificar, a los ojos de las naciones, los motivos de su resolución. La urgencia de los momentos no ha permitido hasta ahora, terminar su redacción ni promulgar esta declaratoria con las solemnidades que deben acompañarla". En esta comunicación diplomática, de carácter internacional, se destacan, pues, dos cosas:

1º, que la Independencia era ya un hecho jurídico definitivo; 2º, que las circunstancias no habían permitido redactar el Acta ni hacer la solemne y formal promulgación de la Declaratoria.

6. En la sesión del Congreso del día 7 de julio "se leyó y aprobó el Acta declaratoria de Independencia formada por el secretario, en cumplimiento de la orden que le dio su Majestad (ese era el título que se daba al Congreso) al efecto". Se trata del Acta de la Independencia en cuya redacción tuvo mucha parte Roscio aunque en el Acta de la sesión del 7 de julio no se le mencione. Ver lo expuesto en el Nº 3.

7. En la sesión del Congreso del día 8 de julio quedó aprobado el texto del juramento que debían prestar autoridades, corporaciones, militares, eclesiásticos, funcionarios y ciudadanos al ser promulgada la Independencia. Decía así: "¿Juráis a Dios y a los Santos Evangelios, que estáis tocando, reconocer la soberanía y absoluta independencia que el orden de la Divina Providencia ha restituido a las Provincias de Venezuela, libres y exentas para siempre de toda sumisión y dependencia de la monarquía española y de cualquiera corporación o jefe que la represente o representase (en lo) adelante; obedecer y respetar los magistrados constituidos v que se constituyan y las leyes legítimamente sancionadas y promulgadas; oponerse a recibir otra dominación y defender con vuestras personas y con todas vuestras fuerzas los Estados de la Confederación venezolana y conservar y mantener pura e ilesa la Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, única y exclusiva en estos países, y defender el misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen María Nuestra Señora?".

8. El mismo día 8, el Acta de la Independencia fue presentada al Poder Ejecutivo por una Comisión del Congreso formada por Roscio e Isnardi, sus redactores, y por Fernando Toro. El documento fue leído y aprobado por el Poder Ejecutivo, que lo refrendó al pie en los siguientes términos: "Palacio Federal de Caracas, 8 de julio de 1811. Por la Confederación de Venezuela, el Poder Ejecutivo ordena que la Acta antecedente sea publicada, ejecutada y autorizada con el sello del Estado y Confederación. Cristóbal de Mendoza, Presidente en turno, Juan de Escalona, Baltasar Padrón; Miguel José Sanz, Secretario de Estado. Carlos Machado, Canciller Mayor, José Tomás Santana. Secretario de Decretos". Luego el Poder Ejecutivo expidió un Bando disponiendo que el domingo siguiente, 14 de julio, se procediera a la "solemne publicación de nuestra Independencia" con repique de campanas, salva general de las tropas, izamiento de la Bandera Nacional, iluminación, etc. Para los días siguientes a la publicación se preveía un solemne Te Deum (el día 16) y la juramentación mencionada en el Nº 7.

9. Aún antes de que el Acta de la Independencia fuese publicada por bando el día 14 de julio, su texto fue dado a conocer y difundido por el seminario El Publicista de Venezuela, órgano oficial del Congreso Constituyente. En el Nº 2 de ese periódico, del jueves 11 de julio de 1811, se insertó su texto íntegro, bajo el título Declaratoria de Independencia y precedido de un breve comentario donde se destacaba la conveniencia de que "la declaratoria de nuestra absoluta

INDEPENDENCIA

llegue a los oídos de todos los habitantes de Venezuela por cuantos medios sean disponibles y con aquella brevedad que exige la suma importancia del asunto". El célebre texto, que empieza con la invocación: "En el nombre de Dios Todopoderoso" y continúa "Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Maracaibo, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela. . . " estaba fechado así: "Dada en el Palacio Federal de Caracas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello provisional de la Confederación y refrendada por el Secretario del Congreso a cinco días del mes de julio del año de mil ochocientos once, primero de nuestra Independencia". A continuación, después del Presidente del Congreso Juan Antonio Rodríguez Domínguez (Diputado de Nutrias en la Provincia de Barinas) y del Vicepresidente Luis Ignacio Mendoza (Diputado de Obispos en la misma Provincia) venían los nombres de 21 Diputados por la Provincia de Caracas, 4 por la de Cumaná, 2 por la de Barcelona, 7 por la de Barinas 1 por la de Margarita, 2 por la de Mérida, 1 por la de Trujillo y 1, finalmente, por la Villa de Aragua, provincia de Barcelona. Refrendaba el documento Francisco Isnardi, Secretario del Congreso quien, como es sabido, no era diputado. En total, 41 Diputados, más el secretario. Este mismo documento se publicó igualmente en la Gazeta de Caracas Nº 41, del martes 16 de julio de 1811, con el simple título de "Acta" y sin el comentario con que le había antecedido El Publicista de Venezuela. En la Gazeta, el Acta de la Independencia aparece datada en la misma forma en que lo está en El Publicista, pero posiblemente por una errata de imprenta no figuran de inmediato los nombres del Presidente y del Vicepresidente del Congreso (J. A. Rodríguez Domínguez y L. I. Mendoza) sino que aparecen intercalados dentro de los Diputados de la Provincia de Caracas. De todos modos, el número total de nombres que aparecen al pie del Acta es el mismo: 41, más el secretario. Debe observarse que el Acta de la Independencia publicada en la Gazeta tiene al final el decreto refrendatario expedido por el Poder Ejecutivo. (Véase lo dicho en el Nº 8), el cual no figura en el texto de El Publicista.

10. Tanto en el texto de El Publicista de Venezuela, Nº 2, como en el de la Gazeta de Caracas, Nº 41, el Acta de la Independencia lleva fecha 5 de julio (véase lo dicho en el Nº 1). Sin embargo, es obvio que el Acta de la Independencia no pudo ser firmada el 5 de julio mismo, pues fue redactada esa noche o el día 6 por el Diputado Roscio y el Secretario Isnardi (ver Nº 3) y aprobada por el Congreso en su sesión del 7 de julio (ver Nº 6). Sin embargo, si se tiene en cuenta que el Acta de la Independencia fue oficialmente presentada al Poder Ejecutivo por una Comisión especial el día 8 de julio (ver Nº 8) es forzoso suponer que este documento, al ser entregado al Poder Ejecutivo, llevaría las firmas autógrafas de los 41 diputados (más el secretario) cuyos nombres figuran al pie del texto en las publicaciones hechas en El Publicista de Venezuela Nº 2 y en la Gazeta de Caracas, Nº 41 (ver Nº 9). Lo contrarío sería inconcebible, pues tratándose de un documento oficial de trascendencia e importancia tan notables no resulta admisible que al Poder Ejecutivo se le pudiese haber entregado una copia, sino el original con las firmas autógrafas, avalado con el sello de la Confederación. Este documento oficial y auténtico, cuyo manuscrito original se ha perdido, fue el que recibió al pie el decreto refrendatario del Poder Ejecutivo de fecha 8 de julio de 1811 (ver Nº 8) y fue luego reproducido en la Gazeta de Caracas Nº 41 antes citada. De lo anterior se desprende que el Acta de la Independencia hubo de ser firmada el 7 de julio de 1811 por los Diputados presentes en la sesión del Congreso de ese día, luego de resultar aprobada; y es de creer que los ausentes de esa sesión lo harían más tarde en el curso del día o en la mañana siguiente, antes de ser presentado el documento al Poder Ejecutivo.

11. El domingo 14 de julio el Acta de la Independencia fue solemnemente publicada en Caracas por bando. Al frente de la multitud que presenció los actos se hallaban los jóvenes hijos de José María España, uno de los precursores y mártires de la Conspiración independentista de 1797, quienes llevaban en alto la bandera tricolor diseñada por Miranda y aprobada por el Congreso. El secretario de Decretos del Poder Ejecutivo, José Tomás Santana, leyó en voz alta, en las principales esquinas de Caracas, el Acta de Independencia. Ese mismo día prestó juramento la Tropa congregada en la plaza mayor.

12. El lunes 15 de julio se procedió en la sede del Congreso a la solemne jura de la Independencia por parte de las principales autoridades: Lo hicieron primero los Diputados, luego el Poder Ejecutivo, después la Alta Corte de Justicia, el Gobernador Militar de Caracas y el Arzobispo.
13. El acta de la sesión matutina del Congreso correspondiente al día 5 de julio de 1811 no pudo ser redactada por el secretario Isnardi sino bastante después, a causa de sus muchas ocupaciones. Nos referimos ahora no al Acta de la Independencia que se inicia con las célebres palabras: "En el nombre de Dios Todopoderoso. Nosotros los Representantes de las Provincias Unidas. . . " sino al acta que recoge las intervenciones de los Diputados, las incidencias del debate, la votación y la declaratoria, incluida en el Libro de Actas del Congreso. Esta no estuvo lista para ser firmada sino el 17 de agosto de aquel año, como lo demuestra su parte final, que dice: "Con lo que se concluyó esta acta, que firmaron todos los señores que se hallaban presentes el 17 de agosto, en que se extendió, conmigo el secretario". Y siguen, en efecto, las firmas de 26 Diputados, los cuales no constituyen la totalidad de los que asistieron a la histórica sesión del 5 de julio en la mañana (faltan, por ejemplo, las firmas nada menos que de Miranda, Roscio y Peñalver) sino que son los que se hallaban presentes en la sesión del 17 de agosto y pudieron así firmar. Esto lo ratifica el acta correspondiente a la sesión del 17 de agosto de 1811, donde consta: "Enseguida se leyeron, corrigieron y aprobaron las actas pendientes de todo el mes de julio y firmaron la de la Independencia (o sea, la de la sesión del 5 de julio) los señores que se hallaban presentes a esta sesión, quedando sin firmar las demás por ausencia del Señor Presidente Rodríguez en comisión a Valencia".

14. En cuanto al Acta de la Independencia que se inicia "En el nombre de Dios. . . " ya se ha expuesto antes que su original fue entregado el 8 de julio de 1811 al Poder Ejecutivo (ver Nº 8 y Nº 10) y que si bien dicho manuscrito se ha perdido, su texto quedó reproducido en la Gazeta de Caracas Nº 41 anteriormente citada (ver Nº 10). Ahora bien: Francisco Isnardi, Secretario del Congreso, estampó de su puño y letra en el Libro de Actas de dicho cuerpo el texto del Acta de la Independencia, que fue firmado al pie por los mismos 41 Diputados (más el secretario) que habían firmado el original entregado al Poder Ejecutivo. Hay sólo una excepción, relativa al Diputado Gabriel de Ponte, a la cual me referiré luego. Este texto del Acta de la Independencia, que se conserva con los debidos honores en el Arca del Salón Elíptico del Congreso Nacional, es auténtico y fehaciente a más no poder, no sólo desde un punto de vista histórico sino también desde el ángulo jurídico y constitucional. En efecto, se trata de un documento que lleva las firmas autógrafas de quienes eran Presidente y Vicepresidente del Congreso Constituyente el 5 de julio de 1811, Juan Antonio Rodríguez Domínguez y Luis Ignacio Mendoza, respectivamente; que está también firmado de la propia mano de otros 39 Diputados (con la excepción de Ponte ya indicada) y refrendado por el Secretario del Congreso, Francisco Isnardi, quien escribió además todo el texto de su puño y letra. Este texto, pues, tiene por lo menos tanto valor como el texto entregado al Poder Ejecutivo, y acaso hasta tenga más, pues se trata, en cierto modo, de la matriz del Acta la Independencia consignada por el Congreso Constituyente en su Libro de Actas para perpetua memoria de la Declaratoria hecha el 5 de julio de 1811.

15. Así como el acta de la sesión matutina del 5 de julio de 1811 fue pasada con retraso al Libro de Actas del Congreso (véase lo dicho en el Nº 13), lo mismo ocurrió con el Acta de la Independencia que fue estampada en dicho libro (ver Nº 14). Que esta Acta de la Independencia fue inscrita en el Libro de Actas con retraso no de días sino de semanas, lo demuestra lo que a continuación exponemos. En el lugar que corresponde a la firma de Gabriel de Ponte, Diputado de Caracas, aparece en el Libro de Actas del Congreso la anotación siguiente: "Por haber quedado impedido de firmar a causa de la herida que recibió en la jornada de Valencia el señor Ponte, no pudo hacerlo al pasar al libro la presente acta"; sigue la rúbrica de Isnardi, luego un signo formado por cuatro rasgos de pluma que se cortan dos a dos, y los cuales representan la firma de Ponte y de nuevo la rúbrica de Isnardi. Es sabido que a pocos días de haber sido declarada en Caracas la Independencia, la ciudad de Valencia se sublevó, el 11 de julio, contra la República y fue necesario que de Caracas marchase el 19 un ejército, al mando de Miranda, para someter a los alzados, lo cual no pudo conseguirse sino el 13 de agosto. Uno de los oficiales de ese ejército era precisamente el Diputado Gabriel de Ponte, Comandante de Caballería, quien resultó herido de un balazo en el brazo derecho durante la acción dada el 23 de julio en Valencia. Si se considera que el herido hubo de ser curado en un hospital de sangre en campaña y luego trasladado con las naturales precauciones y lentitud a Caracas, no es de creer que firmase en la forma dicha (con 4 rasgos) mucho antes de mediados de agosto. Por otra Parte, Miranda, quien firmó también el Acta de la Independencia estampada en el Libro de Actas del Congreso no pudo tampoco hacerlo antes del 29 de octubre de 1811, fecha de su regreso a la capital. Es, pues, indudable que la firma del documento por algunos Diputados fue bastante posterior a la fecha de su redacción, y que el paso del documento al libro de Actas (el hecho de inscribirlo en éste) fue también posterior a la fecha que lleva el Acta (5 de julio de 1811) y a la fecha real de su redacción (6 o 7 de julio). Lo cual, desde luego, no le quita ningún valor histórico ni jurídico.

CONCLUSIONES

En conclusión, creemos que de lo expuesto se desprende que:

La Independencia de Venezuela fue Declarada por el Congreso el 5 de julio de 1811, hacia las 2:30 de la tarde.

El mismo día, el Poder Ejecutivo expidió una Proclama ratificando la Declaratoria.

El Acta de la Independencia (el documento solemne, que no debe confundirse con el Acta de la sesión matutina del 5 de julio) fue redactada el 5 de julio en la noche, o el día 6 (¿acaso el 7 muy temprano?) y fue aprobada y firmada por el Congreso el día 7 de julio.

El Acta de la Independencia fue presentada el 8 de julio al Poder Ejecutivo, quien la refrendó ese día mediante decreto y dispuso que su publicación se verificase el 14 de julio.

El 14 de julio de 1811 fue publicada en Caracas, de un modo solemne, el Acta de la Independencia, y jurada por la tropa. Ese día se enarboló oficialmente por vez primera el Pabellón Nacional.

El 15 de julio fue jurada la Independencia por las altas autoridades nacionales, y en los días siguientes lo hicieron corporaciones y ciudadanos.

El día 17 de agosto fue pasado al Libro de Actas del Congreso el texto del Acta de la sesión matutina del 5 de julio y firmada dicha acta por 26 diputados que estaban presentes ese 17 de agosto.

A mediados o a fines de agosto de 1811 (tal vez el propio día 17) fue pasada al Libro de Actas del Congreso el Acta de la Independencia (1a solemne, que comienza con la invocación a Dios Todopoderoso) al pie de la cual fueron estampando sus firmas autógrafas los miembros del Congreso y marcó la suya con una doble cruz el Diputado Ponte por estar herido.

Aun cuando el hecho material de pasar el Acta de la Independencia al libro de Actas del Congreso se haya producido con unas semanas de retraso, y las firmas hayan sido puestas más tarde todavía por algunos Diputados, se trata sin duda alguna del documento fundamental o matriz del Acta de la Independencia, tal como quiso conservarlo el Congreso en sus Archivos para perpetuar la memoria de la Declaratoria. En este sentido es perfectamente legítimo considerar a dicho manuscrito como el documento original, equivalente por lo menos en valor jurídico e histórico al que fue entregado el 8 de julio al Poder Ejecutivo.

EL ACTA

En el nombre de Dios Todopoderoso, nosotros, los representantes de las provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos en Congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19 de Abril de 1810, es consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono sin nuestro consentimiento, queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados las fuerzas, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos a hacer de nuestra soberanía.

No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos; y corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española.

Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y reclamaciones, y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes.

Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto a la América, el que, teniendo ésta un territorio infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo.

Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugarteniente Duque de Berg, a la América, debieron poner en uso de los derechos que hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación española.

Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad para no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.

América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a cargo su suerte y conservación; como España pudo conocer, o no, los derechos de un Rey que había apreciado más su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba.

Cuántos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despechos de la Casa de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos.

Los intrusos gobiernos que se abrogaron la representación nacional aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia daban a los americanos contra la nueva dinastía que se introdujo en España por la fuerza; y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometía la libertad, la igualdad y la fraternidad, en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de una representación amañada, inútil y degradante.

Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de España, y que la ley imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí misma para ventilar y conservar los derechos de su Rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los males que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se variaron los principios, y se llamó insurreción, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar a nombre de un Rey imaginario.

A pesar de nuestras propuestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros principios, contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara un estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra otros, y se procura desacreditarnos entre las naciones de Europa implorando su auxilio para oprimirnos.

Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo, y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos; y para añadir el desprecio a la calumnia se nos nombra apoderados, contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.

Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta y sujetaron a la voz pasiva de los ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección; lo que era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra incontestable importancia política.

Sordos siempre a los gritos de nuestra justicia, han procurado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las tentativas que, en diversas épocas, han hechos algunos americanos para la felicidad de su país, como fue la que últimamente nos dictó la propia seguridad, para no ser envueltos en el desorden que presentíamos, y conducidos a la horrorosa suerte que vamos ya a apartar de nosotros para siempre; con esta atroz política, han logrado hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y de la consanguinidad, y convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia.

Cuando nosotros, fieles a nuestras promesas, sacrificábamos nuestra seguridad y dignidad civil por no abandonar los derechos que generosamente conservamos a Fernando de Borbón, hemos vistos que a las relaciones de las fuerzas que le ligaban con el Emperador de los franceses ha añadido los vínculos de sangre y amistad, por lo que hasta los gobiernos de España han declarado ya su resolución de no reconocerle sino condicionalmente.

En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en una indecisión y ambigüedad política, tan funesta y peligrosa, que ella sola bastaría a autorizar la resolución que la fe de nuestras promesas y de los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir; hasta que la necesidad nos ha obligado a ir más allá de lo que nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de España, que nos ha relevado del juramento condicional con que hemos sido llamados a la augusta representación que ejercemos.

Mas nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en mejores principios, y que no queremos establecer nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y partícipes de nuestra felicidad, a los que, unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden; siempre que, reconociendo nuestra absoluta independencia de él y de otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás naciones) en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención a todas estas sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos han restituido, en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llenan los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad.

Sin embargo de que conocemos las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos impone el rango que vamos a ocupar en el orden político del mundo, y la influencia poderosa de las formas y actitudes a que hemos estado, a nuestro pesar, acostumbrados, también conocemos que la vergonzosa sumisión a ellas, cuando podemos sacudirlas, sería más ignominiosa para nosotros, y más funesta para nuestra posterioridad, que nuestra larga y penosa servidumbre, y que es ya de nuestro indispensable deber proveer a nuestra conservación, seguridad y felicidad, variando esencialmente todas las formas de nuestra anterior constitución.

Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el respeto que debemos tener a las opiniones del género humano y a la dignidad de las demás naciones, en cuyo número vamos entrar, y con cuya comunicación y amistad contamos, nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, imploramos sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que su providencia nos restituye el deseo de vivir y morir libres, creyendo y defendiendo la santa, católica y apostólica religión de Jesucristo. Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límites y navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes. Y para hacer válida, firme y subsistente unas provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado de nuestro honor nacional. Dada en el Palacio Federal y de Caracas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello provisional de la Confederación, refrendada por el Secretario del Congreso, a cinco días del mes de julio del año de mil ochocientos once, el primero de nuestra independencia.

DECRETO DEL SUPREMO PODER EJECUTIVO

Palacio Federal de Caracas, 8 de julio de 1811. Por la Confederación de Venezuela, el Poder Ejecutivo ordena que el Acta antecedente sea publicada, ejecutada y autorizada con el sello del Estado y Confederación.

Cristóbal de Mendoza, Presidente en turno; Juan de Escalona; Baltasar Padrón; Miguel José Sanz, Secretario de Estado; Carlos Machado, Canciller Mayor; José Tomás Santana, Secretario de Decretos.
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